EL DIA DEL LIBRO

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                                                                      EL DIA DEL LIBRO

A mi, que he leído y sigo leyendo El Quijote tratando de impregnarme, para escribir, de esa musicalidad de nuestros clásicos, me hubiera gustado que hoy se me  hubiera preguntado por él, como a muchos; pero, amigos, ya estoy acostumbrado al menosprecio con que se me trata, en Cantabria, como escritor y como pintor. Y lo digo sin pena ni cabreo pues ya se que estos tiempos no son como aquellos de nuestro amigo Guerra, en los que podía amenazar: “El que se mueva no sale en la foto”. En estos, por el contrario, si no te mueves no sales en la foto. Y yo, que no me muevo ¿Como voy a pretender salir en la foto?.
Si me hubieran preguntado les habría hablado de mi solitaria y herética interpretación del Quijote que supone dos mensajes escondidos detrás del de la consabida ridiculización de los libros de caballería. 
Cometo la petulancia de autocitarme: 
Segúramente el primer propósito seria ese, pero la segunda salida, en la que Dn. Quijote incorpora a Sancho, me da la clave de otra interpretación. Yo creo que a Cervantes se le ocurrió contrastar la personalidad y el comportamiento de dos prototipos del ser español que, para bien o para mal, han protagonizado la historia de España. 
Adornamos la personalidad de Dn. Quijote con las virtudes que querríamos ver en “lo español”, valentía, caballerosidad, generosidad, honorabilidad, entrega, altura de miras, etc…..pero el libro no dice eso sino que describe a Dn. Quijote como un alienado, un hombre fuera de su tiempo, haragán, sin sentido económico ni del ridículo, entrometido, despilfarrador, crédulo hasta el desatino, que confunde sus deseos con las realidades, dueño del mando como por ley natural, amnésico de sus errores y creador de problemas en vez de soluciones.
En cambio de Sancho Panza hemos hecho un personaje ridículo, creando un adjetivo, sanchopancesco, para calificar lo ignorante, pedestre, zafio y grotesco. Sin embargo, Cervantes nos lo describe, claramente, como un hombre honrado, que tiene que agarrarse a un clavo ardiendo (D. Quijote) para ganar un sustento que llevar a los suyos, ignorante pero lleno de sabiduría popular y de inteligencia natural, cuida de su amo como de un niño al que advierte, constántemente, de la suerte que van a correr al involucrarse en cuestiones imaginarias, sin embargo sufre, con él, leálmente, los catastróficos resultados. Nunca lo abandona, siempre lo respeta y aunque consciente de la superioridad intelectual que le hace reconocer la realidad y enfrentarse a ella, nunca cuestiona su autoridad.
Y cuando le llega su oportunidad, no falla. Es sumamente reveladora, del pensamiento oculto de Cervantes, la aventura del gobierno de la famosa ínsula, con la que unos nobles quieren embromarlo. Sancho Panza sale, sorprendente y plenamente airoso y durante el tiempo que la gobierna deja memoria de sus aciertos y perplejos a los que le habían menospreciado.
Y amigos, aquí esta la clave de mi interpretación. D. Quijote es el prototipo del que nos ha gobernado casi siempre y nos ha llevado, a lo largo de nuestra historia, por ruinas, catástrofes, analfabetismos, tiranías, guerras, fanatismos y muchos etcéteras.
Casi siempre, salvo en circunstancias muy raras en que se baraja radicálmente el escalafón y Los Sanchos toman el mando haciendo avanzar y progresar a la nación. Recordemos el prodigioso reinado de Los Reyes Católicos, durante el que la Reina iba anotando, en su famosa libreta, el nombre de los Sanchos que encontraba en cualquier lugar, para encumbrarlos, sin complejos, cuando llegaba la ocasión. O la legión de Sanchos que, de espaldas a la corona, atrapada en la ratonera europea, descubrió, conquistó y colonizó un inmenso imperio que ha sido la gran aportación de España a la historia del mundo. O la de otros muchos Sanchos, dirigidos por el gran Sancho, Adolfo Suárez, que situó, por fin, a España en el siglo XX.
La tercera interpretación que yo doy al Quijote consiste en considerar que el modelo en el que se basó Cervantes para su personaje fue el mismísimo Carlos V, príncipe europeo, formado en ideales medievales y caballerescos, que se impuso como objetivo la recomposición del Imperio Carolingio y la defensa, a ultranza, de la fe católica frente al Imperio Otomano.
Una vez conseguido el Imperio, gobernó su Europa de forma absurdamente itinerante, como si fuera La Mancha, acudiendo a solucionar los problemas donde se presentaban, hasta que, traicionado y acorralado, reventó y vino a morir, prematúramente, al único reino que le permaneció siempre fiel, Castilla.
Y le fue fiel a pesar de su eterna ausencia pues siempre la gobernó por persona interpuesta. Solo vino en escasos momentos de descanso y siempre para recabar dineros y mas dineros.
Echó a la hoguera europea todos los hombres valiosos de España, sus riquezas hasta la ruina total, los galeones americanos cargados de oro y plata, las impagables deudas, que arrastramos durante generaciones y el futuro de España que estaba y sigue estando, en America, a la que siempre hemos dado la espalda.
Podéis trasladar a Carlos V todas las características y defectos con que he descrito a Dn. Quijote, pues mi interpretación es que Cervantes quiso hacer una enmienda a la totalidad al gobierno y personalidad de Carlos V que sumió a España en la miseria y la enredó, para siglos, en la cainita Europa. El árbol español, a partir de Carlos V, creció con mucho vigor pero torcido
No podemos esperar que Cervantes hiciera estas denuncias, tan súmamente subversivas que lo hubieran arrojado a una mazmorra a los diez minutos, ni que cortara el hilo que lo mantenía amarrado a una vida penosa pero que le permitía seguir escribiendo. Su denuncia fue tan sutil que ha pasado desapercibida a lo largo de cuatro siglos, pero, para mi, son estas interpretaciones las que hacen del Quijote una obra transcendente y profunda que, de otra manera, queda en una gran obra literaria de lectura amable y amena pero devalorada por el tiempo.”
Cierro mi autocita.
Jesús Carasa (23-4-18) Escritor y pintor.

                             

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