EL MANDO

                                                           
Ya he comentado, varias veces, que, según mi herética interpretación de El Quijote, era intención de Cervantes, además de ridiculizar los libros de caballería, estudiar la reacción de los dos prototipos mas representativos del ser español ante los mismos problemas y vivencias.
Pues bien, me interesa, ahora, analizar la forma en que se comportaban, en  el libro, en cuanto a la cuestión del mando y compararla con el comportamiento de los españoles actuales. 
En el libro no hay lugar a dudas, la autoridad, el mando, la decisión de todo, en cualquier circunstancia y fuera cual fuera el pronostico del desenlace de la aventura, se la arroga Don Quijote y Sancho lo acepta como si fuese una ley natural, con absoluta fidelidad y nobleza, aunque el resultado de las aventuras estén, una y otra vez, de acuerdo con su negativo augurio. 
La diferencia con los tiempos actuales consiste en que, en aquellos, esos roles de mando y obediencia, estaban, en la gran mayoría de los casos, ya prefijados. Se vivía sometido a una herencia de siglos durante los cuales algunos habían conseguido que el mando fuese detentado por derecho hereditario, o por títulos de nobleza o clase y hasta por señalamiento divino. Casi como un sistema de castas.
En el caso de Don Quijote y Sancho la relación amo-criado se establecía, simplemente, por la calidad de hidalgo de uno y la de ganapán de otro. Pero, además, no faltaba, como ahora y en todo tiempo, la promesa, siempre la promesa, de unos salarios establecidos, nada menos, que en testamento y la posibilidad del gobierno de la famosa Insula con la que Don Quijote inflamaba  la sumisión de Sancho cuando esta se enfriaba por los continuos reveses.
En estos tiempos en los que nadie nace con el privilegio del mando o la condena de la obediencia, en los que todos partimos de la misma linea de salida, los roles mando-obediencia parecen, curiosamente, distribuirse como por ley natural, pues unos nacen con predisposición para mandar y otros para obedecer. Y no importan las capacidades intelectuales y/o morales de unos y de otros. Unos nacen con la determinación, a veces feroz, de hacerse con el mando y no se detienen ante los obstáculos que tienen que vencer para ello, desplegando, lo vemos a diario, toda la panoplia de estrategias, tácticas y artimañas. Otros, muchas veces mejor dotados, renuncian a la carrera por alcanzarlo y se deciden por la obediencia al que mejor representa sus ideas y/o intereses o lo consideran menos perjudicial a ellos. Y algunos, pocos, deciden y consiguen mantenerse al margen. Así está la cosa.
Pero, en el fondo, es lo mismo, la única diferencia es que, ahora, para conseguirlo se ha de recurrir a métodos que pueden llegar a limites insospechados; pero el que consigue el mando, lo considerará como una propiedad personal mas y como hacia Don Quijote, no solo no reconocerá, nunca, los fracasos, aunque sean abundantes, frecuentes y gordos, sino que los disfrazará de éxitos ejemplares o interpondrá, sin vacilar, intermediarios que carguen con ellos.
El que detenta el mando, nunca lo abandonará, no importan los fracasos. Solo lo dejará, como Don Quijote, cuando estos acaban con él. Es la adicción mas seria del ser humano.
Ahora nos parecen tiempos bárbaros aquellos en que algunos nacían destinados a mandar y otros a obedecer y no había, apenas, trasvase de una “casta” a otra. La humanidad ha derrochado mucha sangre para que el mando pueda estar al alcance de todos; pero, lo que hemos conseguido no es para estar satisfechos. Antes solo tenían que ocuparse en ejercer bien el mando que ya estaba, sin discusión en su poder y se preparaban para ello, mientras que, ahora, la pelea por conseguir el poder cuesta, a veces, muchos muertos y penalidades y otras asistimos a la lucha política por conquistarlo y conservarlo de personajes incompetentes y sin escrúpulos, capaces de hacer padecer a sus semejantes por satisfacer su pasión, no importan los medios.
Esto, nos parece un gran avance sobre lo anterior, pero tiempos vendrán, espero, que ambos sistemas sean considerados igual de bárbaros.
Y esta pasión por el mando se extiende a toda clase de actividades, la política, la empresa, el deporte, el arte, etc…
Y hasta a las comunidades  de vecinos, afortunadamente para mi.

Jesús Carasa (1-11-18) Escritor y Pintor.

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