LA ESCLAVITUD

                                                     LA ESCLAVITUD

No me acuerdo del nombre de aquel griego cachondo que anunciaba, en la plaza pública, a sus conciudadanos, el advenimiento de una era feliz en la que podrían dedicar, todo su tiempo, a sus aficiones preferidas o, simplemente, a engolfarse en el ocio. Y ante la incrédula y socarrona pregunta, de uno de ellos, de quien trabajaría los campos, le contestaba desdeñosamente: Los campos los trabajarán, obviamente, los esclavos.
No os riais, amigos, ahí tenéis a los EE.UU., creadores de nuestra democracia moderna, que lograron establecer un modus vivendi que compaginaba estas contradicciones. Por un lado, los padres de la patria, amanecían, como los franceses, leyes de libertad, igualdad y fraternidad, que todavía nos sirven de modelo y por otra tenían una enorme población de esclavos a los que estabulaban en sus ranchos para el cultivo de sus inmensas propiedades. 
Y nosotros, las naciones europeas, que presumimos, arrogántemente, de un inmerecido pedigrí democrático, nos esforzábamos por aprender y nos matábamos, unos a otros, por implantar esas normas de convivencia, que iban apareciendo, mientras nos lucrábamos del generalizado tráfico de esclavos, vendiéndoles a ellos y pastoreando en nuestras colonias, las hembras mas fecundas y los varones mas robustos arrancados, en Africa, de sus familias. Esto, anteayer.
Gran parte de los seres humanos sienten nostalgia del Paraíso, del que, sus progenitores, fueron expulsados por preferir, valientemente, el ejercicio del libre albedrío a gozar, sumísamente, de sus comodidades. Les parece, que es un precio demasiado caro y les asalta la tentación de recuperarlas aun a cambio de perder aquel. A ello obedece la eterna tentación de las dictaduras que ofrecen gozarlas, de nuevo, a cambio de someterse a una ovejuna obediencia. Incluso, en su máxima radicalidad, pretendiendo, como hicieron el Nazismo y el Comunismo, “muerto el perro se acabó la rabia”, cambiar la naturaleza humana. 
Pero amigos, he aquí, que, ahora, el infinito talento humano parece estar logrando abrir una posibilidad de que la libertad sea compatible con la vida confortable. Y nos anuncian, otra vez, el inminente comienzo de una era en que, no la creación, que siempre existió, pero si la intensificación y generalización de nuevos artilugios librarían, por fin, al ser humano de los trabajos penosos y alienantes.Y, un poco mas lejos, del trabajo asalariado, que es una forma de esclavitud o semiesclavitud atenuada, pues un hombre solo es libre cuando puede decidir, cada mañana lo que va a hacer a lo largo del día. 
Siempre el ser humano se ha valido de artilugios y máquinas que le aligeraban el trabajo penoso o multiplicaban sus facultades. Incluso ahora, que hay un empeño en que esas máquinas tengan apariencia humana, hemos de recordar que también eso esta inventado, pues los esclavos han sido los primeros robots y algunos de ellos, como los esclavos griegos, usados por los romanos como las primeras máquinas de inteligencia artificial.
Estamos de enhorabuena. Pero cuidado, que las nuevas profecías pueden contener el eco de las palabras de aquel griego voluntarioso y visionario. Lo que se anuncia como de aparición inminente es mas de lo mismo de lo ya acaecido a lo largo de la historia, si acaso, entrando, como tantas cosas, en un régimen de aceleración, incluso vertiginosa. 
La globalización y la imparable emigración, irán redimiendo, lentamente, a los pueblos que, todavía, viven en semiesclavitud, (sino es que hay que quitar lo de semi) y el talento irá creando mas y mas espacios creativos donde el ser humano, desplazado por las máquinas del espacio “productivo”, irá buscando, de forma individual o asociada, fórmulas donde compaginar el necesario acopio del salario con la afición.
Este proceso irá creando víctimas, lo hace ya, personas desplazadas que o se actualizan en su profesión, se buscan otra, se inventan algún servicio que ofrecer a la sociedad o quedarán desocupados y sin perspectivas a la búsqueda de la ayuda social.
Lo que se anuncia es, para los privilegiados, la posibilidad de ganarse la vida con su vocación y para otros, la dolorosa obsolescencia. Inquietante panorama. ¡Y cuando no!. 

Jesús Carasa (16-1-19) Pintor y escritor.

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