EL POLITICO VELETA

                                                   EL POLITICO VELETA

El milagro de internet nos permite, ahora, a todos, ser reporteros inmediatos de la actualidad con una participación tan amplia como lo permita nuestro deseo, capacidad, dedicación y audiencia. Esto ha provocado la explosión incontrolada del tinglado de los medios de comunicación clásicos y ha producido, en su onda expansiva, el nacimiento de infinitos medios digitales que pugnan, fieramente, por ganar nuestra atención.

Durante mucho tiempo, en España, se ha criticado el pasotismo de “la gente” respecto a los asuntos políticos. Esa actitud ha cambiado totálmente y ahora los sigue con pasión, azuzada por esta plétora mediática que ha puesto la política al mismo nivel del fútbol y de la prensa rosa. 

Los políticos no tienen mas remedio que participar en el juego pues son conscientes de este insaciable interés, de la inmediatez de las noticias y de la gasificación de la opinión pública, a la que se ven obligados a emitir y sondear continuamente.

El siglo XX nos trajo una gran cantidad de líderes que, como los antiguos profetas, venían imbuidos de una doctrina y de un modelo de sociedad que quisieron imponer, a sangre y fuego, como una verdad revelada. Stalin, Hitler, Mussolini, Mao  y otros, no vacilaron en doblegar e, incluso, intentar cambiar la naturaleza humana para adaptarla a sus sueños. 

Esta época del líder que viene a imponer a la sociedad sus ideas y programas ya elaborados, pasó, afortunadamente, y ahora estamos en la del nuevo político, cada vez mas abundante que, carente de ideas, olfatea la opinión pública y vigila, como un catavientos, la dirección de esta, orientandose para enviar mensajes que logren mayorías que le lleven al poder que es, en definitiva, el objetivo de su actuación. Es el político-veleta.

El cambio ha sido tan acusado y tan repentino que, los comentaristas, que actúan en este circo mediático, nos divierten con su continua desazón, sorprendidos y escandalizados por la inconsistencia de estos lideres que en sus continuas declaraciones se contradicen y son capaces de desmentir por la tarde lo que afirman, tajantemente, por la mañana. Continuamente, examinan hemerotecas antiguas y recientes y nos ofrecen descubrimientos y declaraciones que sonrojarían al mas pintado. Pero, amigos, al político de hoy, estos escandalosos descubrimientos, le traen sin cuidado. Fían todo a la desmemoria de la gente o a que esta ha aceptado, ya, que lo último dicho anula la validez de todo lo anterior.

Y mas todavía, todo esto no importa ya, pues cada acto, cada declaración tiene valor en si misma y el político y los partidarios que le siguen, desprecian todo lo anterior y el apego al líder se hace, ya, por motivos exclusivamente viscerales que tienen mas que ver con el odio al contrario, a lo que representa o a lo que le dicen que representa. Se acabó la valoración de la gestión, solo se valora el gesto. Cada aparición del líder es como una representación teatral que se justifica por si misma.

La corrupción del dinero está estigmatizada, pero la de la mentira y la hipocresía está santificada si sirve para derrotar al adversario. Y la ultima palabra u opinión del líder se admite, por sus partidarios, sin crítica ninguna si va en esta dirección y sirve como munición que emplear contra el adversario-enemigo, con el que se está, siempre en plena refriega.

Y esto que parece un despropósito, y lo es, quizá sea una etapa de transición y esté ya mas cerca de la verdadera y soñada democracia que es hacer lo que, verdaderamente, quiere el pueblo y hacerle votar y no tratar de interpretarle. ¿Por que no dar un paso mas y hacer lo que hacen los suizos que deciden en las urnas, casi cada domingo, lo que, de verdad desea la mayoría?. Y si se equivocan, vuelven a votar. Los políticos son meros transmisores de los deseos del pueblo.¡Con el ahorro en pancartas que esto significa!.

Ya se, amigos, me vais a decir que para hacer esto hace falta ser un suizo o educarnos para ello, y….. sin duda, teneis razón.

Jesús Carasa. Escritor y Pintor